Deseo explicaros como fue la primera vez que realicé una “fellatio”, mi primera experiencia con un “blow job”. Como soy una mujer orgullosa siempre había rechazado de lleno la posibilidad de chupar un pene. Lo encontraba humillante y ofensivo para la mujer, para su dignidad. Pero tuve una experiencia interesante que me hizo cambiar totalmente mi visión sobre la práctica del “blow job”. Hoy compartiré con vosotras esta experiencia, queridas hermanas.
De caza con Rolf
Como ya sabéis me encantaría quedar embarazada de un hombre de raza negra. Así que con la ayuda y la complicidad de mi esposo, Rolf, él y yo vamos juntos “de caza”. Es decir, visitamos lugares donde sabemos que habrán hombres de raza negra, yo los miro atentamente pero de forma disimulada y elijo a los que más me atraen. Es entonces cuando comunico a Rolf cual es mi elección y él se encarga de hacer el primer acercamiento.
Mi esposo se acerca a “la presa” con cualquier excusa y entabla conversación con él. Después utilizando la prudencia y la inteligencia, me presenta a mí como si yo fuese su hermana. Y es entonces cuando yo me encargo de seducir a nuestra potencial presa prudentemente hasta llevarlo a nuestra casa y, una vez allí, tomarlo de forma pasional y sin descanso hasta obtener su semilla dentro, bien adentro, de mi fértil vientre. A veces necesitamos algunos días, o incluso semanas, hasta conseguir que “la presa” visite nuestra casa, pero siempre acaban por venir. Rolf me presenta como “su hermana” porque algunas presas se nos “han escapado” cuando nos hemos presentado como marido y mujer.
Un día Rolf y yo fuimos “de caza” a la biblioteca del “Centro Cultural Africano Subsahariano” que hay en nuestra ciudad y yo enseguida me fije en una presa que valía la pena: sus rasgos exóticos enseguida despertaron mi interés y mi lívido. Pensar que aquellos labios, ojos, nazis orejas, barbilla y demás podían habitar en mi vientre me dejó mojada enseguida. Mi vulva de repente empezó a gotear de puro deseo allí, rodeada de libros, entre la pasillos de la biblioteca del “Centro Cultural Africano Subsahariano”. Así que envié a mi esposo para propiciar el primer acercamiento.
La presa
“Bongani” que así se llamaba nuestra presa era un chico joven, de 26 años, muy culto y bien formado. Estaba estudiando en nuestra ciudad con una beca del gobierno de su país. Le invitamos a tomar algo en un bar y nos ofrecimos para otro día enseñarle bien nuestra ciudad. Escucharle hablar y ver las expresiones de su rostro cuando hablaba de sus estudios, de su país, de su cultura, hacían que mi vulva aún se mojara más y más imaginando como me follaría a aquella presa en el dormitorio delante de mi esposo y como mi vientre se adueñaría totalmente de su esperma, de su semilla, de sus rasgos exóticos.
A mí me encanta follar con la presa delante de mi esposo, lamentablemente algunas de ellas a veces no lo aceptan, les da miedo. y Rolf debe retirarse para dejarnos intimidad. De hecho, como ya he comentado, algunas de las presas huyen asustadas si se enteran de que Rolf y yo no somos hermanos sino marido y mujer. Por la conversación que tuvimos, éste parecía ser el caso de nuestra actual presa y mi espeso y yo enseguida nos dimos cuenta. En un momento concreto Rolf le invitó a venir a cenar a casa y Bongani aceptó. Fue el momento clave: cuando invitamos a cenar a nuestra presa es cuando le lanzamos el anzuelo y normalmente pican.
En el dormitorio matrimonial
Aquella noche cenamos los tres en un ambiente relajado, después del postre Rolf se retiró con la excusa de cumplir con sus tareas laborales y mi amante de piel oscura y yo nos fuimos al dormitorio. Nos empezamos a besar apasionadamente en la cama matrimonial y ahí fue cuando me di cuenta de que allí, en la mesita junto a la cama, estaba la foto de nuestra boda, Rolf y yo nos habíamos olvidado de esconderla. Desgraciadamente Bongani la vio y se asustó mucho al saber la verdad, se puso a temblar de miedo y quería marcharse al saber que no éramos dos hermanos viviendo juntos sino un matrimonio. Temía que Rolf pudiera entrar en cualquier momento loco de ira, fuera de sus casillas, y provocar una desgracia. Yo le calmé como pude diciéndole que mi esposo no entraría, que estaría en el cuarto de invitados sin aparecer en ningún momento y que ya habíamos traído a muchos amantes a casa (a muchas “presas” sin utilizar esa palabra) y él nunca había reaccionado con ira. Incluso había estado presente cuando hacía el amor con aquellos hombres de piel oscura y nunca reaccionó mal.
Retiré la foto y poco a poco, con besos y caricias, conseguí calmarlo logrando que volviera a tumbarse en la cama. “Confía en mí, le dije, no tienes nada que temer.” Lamentablemente del miedo, su pene había perdido la erección y estaba flácido y frío. Así que utilicé mis técnicas para volver a ponerlo erecto, técnicas que había ido aprendiendo con todas mis otros amantes pasajeros de piel oscura, con todas mis otras “presas”. Y allí estaba de nuevo Bongani tumbado con su enorme pene erecto y yo sentada, a horcajadas sobre él jugando con su hermoso glande, acariciando con él mi clítoris y los rosados labios de mi sagrada vulva que estaba muy mojada y dilatada, preparada para ser penetrada de nuevo por una enorme polla negra.
Disfruté introduciendo en la vulva aquel monstruoso pene. Gocé notando como aquel gigantesco y duro músculo fálico estiraba al máximo mi vagina tan húmeda y flexible que recibía y expulsaba una y otra vez aquella enorme polla sin parar. Alcancé el orgasmo cuatro veces. Nos pasamos la noche entera amándonos, él tumbado, boca arriba. Yo sentada a horcajadas sobre él, follándolo sin parar, esperando que poder obtener mi premio, poderle exprimir a “mi presa” un buen chorro de esperma caliente que invadiera mi fértil vientre para colmarlo de felicidad y placer…
Pero pasaban las horas y aquel merecido chorro de esperma no llegaba. Por mucho que lo intentaba, por mucho que ponía de mi parte aquel merecido premio seguía sin aparecer. A mi vientre sediento de semen no le llegaba la recompensa. Yo, sentada a horcajadas sobre él, dominándolo como la reina que soy. Las paredes de mi vulva empezaban ya a estar algo adoloridas después de tantas horas haciéndole el amor a mi presa sin descanso.
Y empezaba a estar enfadada porque no conseguía mi objetivo, sobre todo cuando veía la sonrisa en la cara de Bongani, que parecía disfrutar con la situación.
-“No, señora, no.”
Dijo Bongani muy serio. Y continuó:
-“Sepa usted que mi esperma, mi semilla, es para mi pueblo y sólo para él, es para mi gente y para nadie más. No pienso entregárselo a nadie más que a las señoras de mi país y mi pueblo.”
Le miré desafiante y sorprendida y él me aguantó la mirada mientras decía:
-“Ninguna señora occidental conseguirá robar mi semilla africana, mi tesoro exótico, sólo pertenece a las mujeres africanas y a nadie más que a ellas”.
Al oír estas palabras acabé por desesperarme, estaba claro que aquella presa era imposible de vencer. Aquel hombre me había ganado. Bongani me había derrotado él a mí y no yo a él. Pues ya tenía claro que jamás lograría obtener su tan ansiado esperma. La desesperación propia después de creer tener seguro tu premio, esforzarte sin parar por conseguirlo durante horas y no lograrlo me dejó muy abatida y desanimada. Así que lo dejé por imposible, descabalgué su enorme pene, lo saqué de mi vagina y le dije a Bongani que se vistiera y se marchara.
Lo di por imposible, aquella resistencia infinita me dejó desesperada y muy desanimada. Mi vulva sagrada ya estaba más que complacida y satisfecha, pero mi vientre divino seguía hambriento y desesperado por no haber podido poseer aquella semilla. Con el ánimo por los suelos me tapé con la sábana mientras mi presa victoriosa salía por la puerta del dormitorio matrimonial. Me sentía derrotada y avergonzada.
Lágrimas amargas
Bongani se fue hacia la puerta sonriendo triunfante y con el ánimo alto por no haberse dejado “robar” el esperma, su semilla masculina. Mi esposo oyó la puerta y unos pasos, como no escuchó mi voz, ni tampoco la de mi amante furtivo, sospechó que algo raro pasaba y vino a nuestro dormitorio matrimonial.
Nada más entrar por la puerta Rolf me encontró llorando lágrimas amargas, eran las lágrimas de la derrota. Me preguntó qué había pasado y sobre el motivo por el que lloraba. “He sido incapaz de apoderarme de su semilla. Mi vientre se ha quedado sin premio y está vacío”, le respondí a mi esposo. “Ese hombre me ha derrotado y se va de esta casa triunfante conservando el esperma con el que entró en ella”.
Fue entonces cuando la ira se apoderó de Rolf y salió directo hacia la puerta de entrada de nuestra casa pues sabía que Bongani estaba a punto se salir. Temía que se enfrentaran los dos.
Mi esposo se dirigió directo hacia la puerta de salida en silencio, yo estaba detrás de él. Al llegar a la puerta gritó con voz firme a Bongani: “Eh, tú!”…
El muchacho que ya tenía la mano en el pomo de la puerta de entrada se giró y se quedó paralizado de miedo al ver la ira en los ojos de Rolf. Instintivamente Bongani alzó sus manos de miedo y pegó su espalda a la puerta de salida, como buscando protección. Fueron segundos interminables. Pero en ese breve tiempo entendí que tenía una segunda oportunidad. Que había hecho mal en rendirme y que todavía podía salir como una esposa victoriosa de toda aquella situación tan tensa. Ágil y veloz como una gata en celo, me arrodillé a los pies de Bongani, le abrí la cremallera de su bragueta “zzzzpppt”, le saqué su negra polla echando a un lado su calzoncillo y me la introduje en la boca sin pensarlo. Estaba movida por un instinto animal que habita en mí y me empuja a adueñarme de la simiente de hombres de raza negra.
Fue como una revelación, a gran velocidad introduje su pene en mi boca y empecé a chuparlo y lamerlo sin parar. Pese a que, de nuevo, estaba flácido y blando debido al miedo, enseguida empezó a ponerse más y más duro hasta alcanzar el enorme tamaño que tenía hacía unos minutos cuando estaba dentro de mi vagina. En ese momento no pensaba en el hecho de estar haciéndole una mamada, no pensaba ni en el rechazo ni en si era o no humillante para mí, sólo pensaba en adueñarme de ese esperma que era mío, que me pertenecía y que aquel hombre quería llevárselo con él.
Con el impulso de mi cabeza acabé de arrinconar a Bongani contra la puerta de salida arrincona. Seguí impulsando mi cabeza contra su entrepierna hasta que conseguí introducir toda su enorme polla dentro de mi boca. Su glande se deslizaba más allá de mi garganta y notaba como resbalaba libremente agrandando mi cuello desde dentro. Era yo quien, movida por un ansia voraz de conseguir MI esperma, imponía el ritmo y la profundidad. Bongani seguía atemorizado, con las manos en alto y sin moverse, seguro seguía inmovilizado ante la mirada de ira de mi esposo, Rolf. Seguí chupando y chupando sin parar sintiendo como deslizaba su gigantesca polla frenéticamente dentro y fuera de mi garganta. Hasta que finalmente se corrió. Bongani eyaculó una enorme cantidad de cálido esperma y me gustaría poder decir que me tragué todo aquel cálido chorro de su semen.
Pero no fue así, simplemente NO lo pude tragar porque toda su polla estaba completamente dentro de mi boca y su glande había traspasado mi dilatada garganta. Así que lo único que sentí fue como un gran chorro de líquido caliente bajaba por mi esófago hasta alcanzar mi estómago. Pero eso no fue todo: enseguida un segundo chorro de esperma, aún más abundante que el primero, emanó con fuerza de su enorme polla.
Notaba todo mi esófago caliente por aquellos dos agradables chorros de esperma caliente y eso hizo que se estimularan mis tetas, que se pusieran erectas al instante. Mi estómago estaba saciado de semen caliente. Me sentía como si me hubiese bebido un enorme tazón de leche caliente con miel.
Fue entonces, cuando aquel hombre acabó de eyacular todo su esperma caliente dentro de mí, que conseguí poco a poco y de forma gradual sacar su polla de mi boca. Algunas gotitas de semen resbalaron entre la comisura de mis labios y eso hizo que mi esposo se diera cuenta de que por fin había logrado adueñarse del esperma de aquel hombre negro. Fue entonces cuando Rolf, mirando a Bongani fijamente, dijo alto y claro:
-No importa el tiempo que logres resistirte. Tarde o tempano ella siempre acaba tomando tu esperma. Delante de todo hombre mi esposa SIEMPRE gana, porque ella es una DIOSA. ¿Está claro?
Bongani asintió con la cabeza, bajó las manos, se enfundó su enorme polla, todavía ligeramente chorreante de esperma, de cerró la cremallera y salió de casa con el ánimo por los suelos avergonzado y cabizbajo.
Y allí estábamos, Rolf y yo, los dos solos. Mi esposo de pie frente a la puerta de casa y yo de rodillas aún con alguna gota del semen de nuestra presa en la comisura de mis labios. Nos miramos unos segundos y empezamos a sonreír y luego a reír. Me levanté y lo abracé riendo de felicidad: lo habíamos conseguido, juntos, trabajando en equipo habíamos logrado adueñarnos del esperma de otra de nuestras “presas” mi estómago estaba colmado de su semen. Son besamos con amor y felicidad como marido y mujer que somos.
Con la satisfacción de haber logrado nuestro objetivo, fuimos a la cama, nos tumbamos uno al lado del otro, riendo y gritando de pura alegría. Comentábamos lo que había pasado, cómo nos habíamos sentido en cada momento. Yo aún no podía creer que hubiera hecho mi primera felación. Y la había sentido como sumamente placentera. Allí estaba mi vientre colmado de cálido esperma africano y mi garganta un poco adolorida por la presión del enorme y duro pene. Miré a Rolf a los ojos y le dije:
-Sin tu ayuda no lo hubiera conseguido, si no hubieras detenido a Bongani en la puerta se hubiera marchado con un esperma que era mío por derecho femenino. Este esperma también es tuyo, mi amado esposo, sin ti no lo hubiera conseguido.
Al oír esto Rolf bajó sus labios hacia mi vientre y lo besó tiernamente diciendo:
-Eres una diosa, Heike, no importa si el semen de nuestra presa está en tu vagina, en tu útero, en tu boca, en tu garganta o en tu estómago porque todo tu cuerpo es sagrado.
Mientras Rolf besaba tiernamente mi vientre miré al techo sonriendo de satisfacción. Pensé en todo lo que había pasado, Bongani era un hombre atractivo, joven, de raza negra y enorme polla. No quería que me adueñara de su esperma pero tenía un punto débil: la mamada. El blow job era el telón de Aquiles de Bongani, era su punto débil.
Al cabo de una semana Bongani nos llamó, vino a casa con bombones y se disculpó ante nosotros. El muchacho entendió que yo soy una mujer y que, como tal, es mi derecho apoderarme de su esperma cómo y cuando yo desee. Así fue como me lo expresó y me sugirió ir a la cama para tumbarse, que yo lo montara y así eyacular dentro de mi fértil vientre. También acepto que mi esposo estuviera delante si eso me excitaba a mí, aunque a él no le gustara. Así que me lo llevé al dormitorio, lo tumbé boca arriba, y cuando su polla estaba erecta y lista para la penetración bajé mi cabeza hacia ella y la chupé y lamí a mi gusto. Bongani se quedó sorprendido pero no dijo nada.
Seguí lamiendo y chupando la enorme polla de mi joven amante negro hasta que eyaculó en mi boca y, esta vez sí, puede saborear, y tragar aquel chorro de semen caliente y sabroso. Esta vez sí disfruté de la mamada notando su esperma en mi boca, jugando con él entre mi lengua, mi paladar y mis dientes.
Desde aquel momento empecé a amar las mamadas y dejé de considerarlas humillantes para nosotras las mujeres.
Al poco tiempo mi esposo me compró una enorme polla de caucho para que practicara mis técnicas bocales y así estar preparada por si lo que pasó con Bongani vuelve a pasarme con cualquier otro amante fugaz, con cualquier otra de nuestras “presas”. No podemos tolerar que un hombre de raza negra pase por nuestro dormitorio y no deje su semilla en mi cuerpo sagrado, ya sea en mi vagina y fértil vientre o en mi boca y estómago.
Desde ese momento he chupado docenas de enormes pollas negras. Cada vez que mi vagina no conseguía su preciado tesoro, mi boca lo hacía por ella. Y lo mejor es que lo he gozado alegremente, como la diosa que soy.
Antes de empezar una mamada siempre dejo bien claro a mi amante pasajero que soy una diosa y debo ser respetada en todo momento. Además, si mientras estoy haciendo la mamada él hace algo que no me gusta o que considero humillante para mí, no dudo en clavar mis dientes en su polla como aviso y él enseguida lo entiende y corrige su actitud.
Cada vez que me apetece me trago el semen caliente de mis amantes. Lo disfruto muchísimo. Me encanta notar como entra por mi garganta y se desliza hacia mi estómago. Como todo mi cuerpo es divino no importa el canal por el que entre en él la tan ansiada semilla.
Al cabo de un tiempo Bongani terminó sus estudios y regresó a su país de origen, al Africa Subsahariana. A mí me ha quedado un hermoso recuerdo de aquel muchacho que, sin desearlo y por puro accidente, me enseñó a disfrutar de las mamadas.